miércoles, 18 de agosto de 2010

Cuando Dios sea nuestro Dios y no otros dioses.

No existe persona cuerda sobre la faz de la tierra que no desee el bien para él y para su familia al menos, otros más, también deseamos el bien para toda persona que nos rodee, aunque sea por el egoista motivo de que si están bien al menos no buscarán hacernos daño (tratemos de entender que aquí llamaremos riqueza tan solo a la abundancia, no a juntar miles de millones).

Pero para que nos vaya bien no hace falta tener mucha preparación (mejor si se tiene), pues a muchas personas sin preparación les va bien; no hace falta ser hijo de gentes acaudaladas, pues muchos pobres han llegado a ser ricos; no hace falta ser ambicioso y pasar sobre cualquier persona con tal de lograr las metas, pues muchas personas con simple paciencia y trabajo honesto lo han logrado. Pero sí hay un requisito para que no sólo nos vaya bien, sino que ese bien venga con paz, con tranquilidad, y gozo... que Dios sea nuestro Dios. La Palabra de Dios dice en Proverbios 10:22: "La bendición de Dios es la que enriquece, y NO añade tristeza con ella".

Y en el Salmo 144:12-15 nos dice: "Sean nuestros hijos como plantas crecidas en la juventud; sean nuestras hijas como esquinas labradas como las de un palacio. Nuestros graneros llenos, provistos de toda suerte de grano; nuestros ganados, que se multipliquen a millares y decenas de millares en nuestros campos. Nuestros bueyes estén fuertes para el trabajo, que no seamos asaltados ni tengamos miedo en las salidas. Ni haya grito de alarma en nuestras plazas. ¿Cómo lograr eso? Termina diciéndonos la palabra: "Bienaventurado el pueblo (la familia) cuyo Dios es Dios y no otros dioses. Que Dios quiera bendecirnos a todos. Meditemos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario