sábado, 7 de agosto de 2010

Así como es el sapo, es la pedrada.

En la campiña de nuestros pueblos latinos generalmente los sapos se introducen a las haciendas por las noches, éstos son desagradables por varias razones pues no dejan dormir por sus ruidos, tiran por sus bocas una leche que quema, dejan excrementos, etc. Por lo tanto todos los finqueros se dan a la tarea de ver cómo los expulsan de sus casas.

Algunas veces lo hacen con perros y con gatos que los persiguen y hasta se los comen, en otras ocasiones se utilizan piedras, de allí el mote de que según el tamaño del sapo es la pedrada. Pues se supone que un sapo pequeño con una piedra pequeña se ahuyenta, pero uno grande necesita una piedra grande. Así como los sapos (que no por casualidad en la escritura son consideramos como pecados), los pecados que nosotros cometemos, son castigados o corregidos con consecuencias que van del tamaño del mismo. Usted mira cómo, aquél hombre (Judas) que vendió a Jesús, su pecado fue castigado con la muerte (Mateo 27:3-5). Usted ve que David pecó de adultero abusando de una mujer que tenía marido, y ve que el castigo es la muerte de un hijo (2da. de Samuel 12:15-19).

La justicia de Dios es muy diferente a la de los hombres, pues la justicia humana pretende dar un "castigo ejemplar" para evitar que otros cometan la misma falta, la justicia de Dios lo que busca es "un arrepentimiento definitivo" en cada persona. Dios no va a dar como consecuencia de un pecado de mentira a un enfermo diciéndole que se ve bien, con la muerte de un hijo. Pero tampoco va a darle un dolor de cabeza simple a quien a adulterado. Así como en lo natural del tamaño del sapo es la pedrada, así en lo espiritual del tamaño del pecado es el castigo, corrección o enseñanza. Meditemos.

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