sábado, 1 de mayo de 2010

Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan.

Cuando la vida de una persona transcurre, por así decirlo, normal, o sea, sin mayores problemas que los cotidianos, sin mayores contratiempos que los del día, sin mayores afanes que los lógicos, generalmente no se acuerda ni del nombre ni de Dios. Pero, en cuanto algo altera esa normalidad, entonces inician las frases como: "Si Dios lo permite", "Si Diosito quiere", "Primero Dios", y también inician las falsas promesas para con EL.

Salomón, consciente de esa actitud permanente en el ser humano, nos advierte en el libro de Eclesiastés: que no hagamos promesas a la ligera: "Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas" (5:5). El Apóstol Pablo va un poco más lejos y nos lo dice de la siguiente manera: "Profesaron conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra" (Tito 1:16). Ciertamente en éste pasaje, Pablo se refiere en mucho a los líderes que trabajan por "ganancias deshonestas" (verso 11), pero, hemos de mencionar que en alguna medida, todos los que profesamos conocer a Dios somos testimonio para quienes no lo conocen, por lo tanto hemos de cumplir los mismos requisitos.

Pablo insta en ésta epístola a: "corregir lo deficiente en nosotros" (ver el verso 5), para que seamos un buen testimonio a los de adentro y a los de fuera. E impresiona mucho la forma en que llama a la corrección, siendo él judío y habiéndo practicado el judaísmo se refiere a el como "fábulas judáicas" (ver el verso 14) y a las religiones del mundo las denomina "mandamientos de hombres que se apartan de la verdad". Profesar a Dios pues implica estar dependiente de EL, no hacer mención de EL solamente cuando se le necesita. Meditemos.

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