El denario era la medida de dinero más común en el tiempo de Jesús, y correspondía al salario mínimo diario de ésa época. Recordemos que en esos días, cuando la revolución industrial no había nacido, la paga de los obreros era por día, fue, precisamente la revolución industrial la que determinó el salario semanal, quincenal ó mensual de un obrero.
En Mateo 20 leemos acerca de una parábola que se gesta alrededor de ese famoso "denario ó salario diario". Aquí, vemos cómo, Jesús nos ilustra acerca del "salario" que EL ofrece a los que le siguen, no importando si le siguen desde niños o desde grandes, el salario a recibir es igual "la salvación o entrada al reino de los cielos". En los tiempos en que se está durante la parábola, el día se dividía en 12 horas de trabajo iniciando la hora 1 a las 6 de la mañana, de esa cuenta podemos deducir que los primeros trabajadores llegaron a las 9 de la mañana (hora tercera); otros a las 12 (hora sexta); otros a las 3 de la tarde (hora novena); y los últimos llegaron a las 5 de la tarde (hora undécima), pero todos recibieron un denario, el mismo salario, la misma salvación.
¿Qué implica esto? Pues que hay personas que recibieron al Señor en una escuela dominical cuando tenían 7 ú 8 años (hora tercera); otros lo recibieron cuando tenían 15 ó 20 (hora sexta); otros cuando teníamos 30 ó 40 (hora novena); otros lo recibieron cuando estaban en su lecho de enfermos antes de morir (hora undécima), pero el salario ofrecido era el mismo... la salvación. Y que por ello no debemos de tener envidia los que recibimos al Señor durante los años de nuestra juventud, para con los que vivieron desordenamente casi toda su vida, y ahora, entran al reino de los cielos con y como nosotros. Pero, surge la pregunta del millón ¿Y entonces, qué con los galardones? Ah, esos vienen por la "calidad" de servicio que dimos. De lo contrario, Pablo y el ladrón de la cruz estarían en el mismo lugar en los cielos, y sabemos que esas, NO fueron las promesas que Jesús nos diera.
jueves, 27 de mayo de 2010
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