miércoles, 26 de mayo de 2010

Mujer, no sabes lo que pides.

¿Qué madre no desea lo mejor para sus hijos? Si usted encuentra una que no sea así, seguramente la descalificaría como madre. Uno de los mayores sufrimientos de cualquier mujer honesta (en el sentido de decir la verdad) es saber que es estéril. De hecho, desde la antiguedad se muestra el sufrimiento de las mujeres que no podían tener hijos. Al menos así lo vemos desde las raíces mismas de la iglesia en tres mujeres estériles, Sara, Rebeca y Raquel.

Una madre, la esposa de Zebedeo, cuyos hijos eran seguidores del Señor, Jacobo y Juan (Mateo 10:2). Se acercó un día en secreto a Jesús y le hizo la siguiente petición: Señor, "ordena" que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a la derecha, y el otro a tu izquierda (Mateo 20:20-22). Siendo ellos, especialmente Juan, el gran apóstol del amor, la madre pensó que la respuesta sería positiva. Sin embargo, la respuesta del Señor la dejó de helada. "Mujer, NO sabes lo que pides". Por la mente de la mujer pasó seguramente la idea de: "¿Cómo no voy a saber lo que quiero para mis dos hijos? ¿Acaso no será EL el que esté sentado en el trono, y los más fieles a su lado? ¿Acaso, el dejar su casa, su familia, sus bienes, no acredita a mis hijos a ser los mayores en el reino? Mil ideas pasaron por la mente de la mujer, menos la indicada. Pero cuando vemos lo que Jesús mismo dijo acerca de cómo sería su reinado, y qué pasaría en él, entonces entendemos la respuesta de Jesús. La mujer efectivamente... NO sabía lo que estaba pidiendo.

En Mateo 25:31-33 dice que: Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, y se siente en su trono de gloria... pondrá a las ovejas del lado derecho, pero a las cabras del lado izquierdo. En otras palabras, la madre misma le estaba pidiendo a Jesús que uno de sus amados hijos se fuera al fuego eterno. Por ello Jesús le dijo: "Mujer, NO sabes lo que pides". Conclusión: Cuando pidamos a Dios algo, no pidamos según nuestra creencia, no pidamos lo que queremos, no pidamos lo que creemos necesitar. Pidamos lo que según su santa voluntad es lo mejor para nosotros, o para quien estamos intercediendo. ¿No será acaso, esa la razón por la cuál El no siempre nos responde inmediatamente? Meditemos.

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