miércoles, 12 de mayo de 2010

Será pequeño, pero estará dentro del reino.

Cuando Dios eligió a Abraham para fundar el pueblo de Israel, inició una nueva etapa en la vida de la humanidad. Los pueblos vivían según las leyes que ellos mismos habían creado, por supuesto, muy a su conveniencia. Dios le dió a su pueblo un legado de 613 leyes que tenían que ser observadas con metódico cuidado. La observancia de esas 613 normas era lo que hacía a cada judío mejor que al gentil, y el estricto cumplimiento de las mismas, a cada judío mejor que a otro.

Luego vino el cumplimiento del tiempo cuando había de aparecer en escena el Hijo de Dios, el cual vino y dijo: "No penséis que he venido para abrogar (anular o deshechar) la ley o los profetas, sino he venido para cumplirla" (Mateo 5:18). De allí para acá, tanto judíos como gentiles, hemos hecho la ley casi que a nuestra manera de vivir para poder creer que estamos dentro del reino de los cielos. Unos dicen que la ley sigue vigente, otros pensamos que ya no. El argumento de cada uno parece válido. El punto que Jesús resaltó en Mateo es diferente. Así como usted para ser médico, ingeniero o arquitecto tiene que cumplir con ganar 40 ó 50 cursos específicos, luego que los gana o que los cumple ¿Quién lo obliga a tener que ganarlos o cumplirlos de nuevo? Lo que sigue es el título que usted ya ganó. ¿Si Jesús vino a cumplir la ley por nosotros, quién le obliga a usted a volver a cumplirla? Sin embargo, dejó otros estatutos que sí debemos cumplir.

Ahora bien, ya sea que usted piense que tiene que cumplir la ley de Moisés o que tiene que seguir las leyes que nos dejó Jesús (vea las bienaventuranzas), el punto es que Jesús dijo: "De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, MUY PEQUEÑO será llamado en el reino de los cielos (pero estará en el reino de los cielos, no será hechado de él, o no se le prohibirá la entrada), mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado GRANDE en el reino de los cielos" (Mateo 5:19). Acaso el mejor ejemplo de quebrantar no uno sino varios de los mandamientos es el Hijo Pródigo, que jamás dejó de ser hijo, aunque dejó de disfrutar sólo mucho, sino por mucho tiempo. Meditemos.

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