martes, 1 de marzo de 2011

Pendiendo de un hilo.

Había un hombre muy rico, cuya tierra en un año indefinido dió todavía mucho más cosecha que de costumbre, y se dijo entre sí: "Destruiré mis graneros y haré unos mucho más grandes para poder guardar el fruto, así tendré para disfrutar muchos años más, y diré: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años, así que, repósate, come, bebe, y regocíjate" (Lucas 12:16-21).

Todos los humanos trabajamos ya sea para sobrevivir (dadas las circunstancias actuales de la economía mundial), o para tener más de lo que necesitamos. Algunos logran juntar más fortuna que otros, lo cual no es ningún pecado. El pecado viene, cuando pensamos que esa fortuna se ha juntado por nuestro propio esfuerzo. Cuando nos olvidamos que fue Dios quien nos permitió no sólo la bendición del trabajo, sino la bendición de la prosperidad. Si olvidamos ese detalle, caeremos en el pecado del rico de la parábola, pues ella termina diciéndonos lo que Dios pensó de él: "Necio, ésta noche vienen por tu alma, y lo que has guardado ¿De quién será?.

Lo poco o mucho que el Señor nos ha permitido tener, no es para guardar y guardar, sino para cubrir nuestras necesidades (con disciplina, orden y sabiduría por supuesto), pero también para compartir con el necesitado. Hoy, el necesitado puede ser el vecino, un hermano, o, un pariente. Pero ¿Quien nos garantiza que no seamos nosotros los necesitados mañana? No olvidemos que todos los días nuestra vida está prácticamente, pendiendo de un hilo. Meditemos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario