sábado, 31 de julio de 2010

Bienaventurado todo aquél que teme a Jehová.

Así inicia el salmo 128: "Bienaventurado el todo aquél que teme a Jehová, y que anda en sus caminos" ¿Por qué? Pues el mismo mismo salmo nos lo explica: "Cuando comiere el trabajo de tus manos (en otras palabras será fructífero), bienaventurado serás y te irá bien".

¿Quién es aquél insensato que quiere trabajar por gusto? ¿Quién aquél que no desea ver el fruto positivo en sus labores? Todos trabajamos para tener una ganancia, una ganancia que nos permita cubrir nuestras necesidades mínimas. Pero, cuando tememos a Dios, y ese temor (éste es un temor de respeto no temor de miedo) nos hace cumplir con sus mandamientos, y eso, a su vez, nos trae bendición. Mire cómo continúa la bendición en el salmo: "Tu mujer será como vid que lleva fruto a los lados de tu casa" ¿Qué significa eso? Pues que abrá paz en el hogar, que la mujer será una esposa fiel en sus labores de la casa, que también dará bienestar a sus vecinos a eso se refiere con "a los lados". Tus hijos serán como plantas de olivo alrededor de la mesa. Esto quiere decir que los hijos serán hijos de paz, pues del olivo se sacaba el aceite de la unción para el sacerdocio en el antiguo israel.

La clave pues está en tenerle a Dios un temor reverente, un temor por respeto. Y depositar en El nuestra fe, todo nuestra confianza, y todo nuestro ser. Creer que El es capaz de bendecirnos, bendecir a nuestras parejas, y por supuesto, al fruto de ese amor... los hijos. Meditemos.

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