martes, 6 de julio de 2010

Casi se resbalaron mis pies.

Toda la vida vamos a encontrar personas que prosperan sin cumplir con las leyes del hombre y/o las de Dios. En todas las épocas y niveles de la humanidad algo así sucede. Y, es natural también, que los que luchamos por salir adelante cumpliendo esas leyes y requisitos, seamos lastimados por las actitudes, y sobre todo, los resultados de ellos.

Los salmistas vieron esos mismos problemas en la antiguedad, y es por ello que nos escribieron al respecto, para animarnos a que sigamos adelante, pues ellos vieron el fin del asunto. Salmo 73:3-7 nos dice: "En cuanto a mí, casi resbalaron mis pies: Porque tuve envidia de los arrogantes; vi la prosperidad de los impíos; porque no tienen congojas por sus muertos; porque no pasan trabajos como los mortales; ni son azotados como los demás hombres; su soberbia es su corona; se cubren de violencia; y logran con creces los antojos de su corazón". Con celo, con dolor, y quizás en ocasiones con una dolorosa envidia vemos cómo prosperan los malos y eso nos irrita, nos lastima. Pero, hemos de entender que el fin de ellos no es bueno, ni duradero.

Nadie durante los siglos que ha estado la humanidad sobre la faz de la tierra, ha podido escapar del castigo al mal actuar. Tenemos que tener la confianza que aún y cuando nuestro trabajo no sea tan próspero como el de ellos, al menos el nuestro tendrá un final felíz, mientras que el de ellos trae muerte consigo, y muerte repentina. Meditemos.

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