lunes, 12 de julio de 2010

Señor, enséñanos a contar nuestros días.

La cotidianidad nos hace de alguna manera insensibles o al menos distraidos, nuestra agenda está tan llena de actividades, en ocasiones lógicas y permanenetes como el aseo personal, la alimentación, llevar a los niños al colegio, ir a la oficina, etc. como también de las actividades que no siendo tan comunes, igual, nos consumen el tiempo, entiéndase compromisos familiares, sociales, actividades deportivas, etc. que en resumen, nos hacen olvidar asuntos importantes y eternos.

El salmista nos aconseja que hablemos con Dios a diario, y entre sus consejos está la siguente recomendación, pedirle a Dios que. "Nos enseñe a contar nuestros días de tal forma, que traigamos al corazón sabiduría" (Salmo 90:12). La cotidianidad nos hace olvidar que como también dice el salmista: "somos como la flor que en la mañana crece, pero que a la tarde es cortada, se seca, y muere" 8Salmo 90:6). Uno de los primeros consejos que Dios le dió a su pueblo en el desierto (reflejo del mundo que hoy vivimos) fue: "No dejéis de oír mi vos, hoy" (Deuteronomio 28). ¿Por qué? Porque mañana puede ser tan tarde como que ya no estemos. Hoy, cada día, cada mañana, lo más importante no es el aspecto personal, no son las actividades cotidianas, no es la preparación del cuerpo, no son los acotecimientos familiares y sociales, es nuestra preparación espiritual.

Es lamentable para el ser humano que la gran mayoría de ocasiones, sólo piensa en la muerte y en su destino final, cuando es invitado a un funeral. Cuando alguien expresa unas palabras con respecto de la vida y la muerte, entonces se hace un alto, una reflexión, un ligero análisis de nuestro destino que, lamentablemente, por producirse en esas circunstancias... es cortado de tajo cuando alguien nos interrumpe o suena nuestro celular, y volvemos a la cotidianidad. Por ello el consejo del salmista es más válido hoy que cuando fue pronunciado. Meditemos.

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