viernes, 9 de julio de 2010

Consecuencias de no estorbar a los hijos.

Cuando uno lee la historia de los antiguos, ve lecciones que aún y cuando, Cristo vino a cambiar las normas de vida, siguen siendo vigentes, especialmente, las consecuencias a los pecados. Nos explicamos.

Elí, como vimos ayer, no estorbó a sus hijos, esto es que sabiendo que actuaban mal no los corrigió. Elí permitió que sus hijos profanaran la casa de Dios, que tomaran a la ligera los asuntos santos, que abusaran de las mujeres que llegaban arrepentidas a purgar su pecado, etc. Y Elí no los estorbó, no los corrigió, la consecuencia fue grave. "Por tanto, yo he jurado a la casa de Elí (dijo Dios mismo) que la iniquidad de la casa de Elí NO SERÁ EXPIADA JAMAS, ni con sacrificios ni con ofrendas" (1era. Samuel 3:14). Dura sentencia para un pecado, JAMAS iba a ser perdonado. Hoy, como dijimos, aún y cuando las normas de vida nos han a sido cambiadas por Jesús, vemos con profundo dolor y pena, que hay pecados que acarrean dolor para siempre en la vida de una persona. El arrepentimiento viene, el pedir perdón viene, el perdón es concedido, pero, la consecuencia queda.

Y uno de esos pecados y acaso el más corriente que vemos hoy, es el adulterio. Pocos pecados hoy en día, son tan castigados y traen tanta consecuencia a la vida de las personas (culpables e inocentes) que éste pecado. En la escritura el pecado de adulterio es muy señalado, veamos: "Mas el que comete adulterio, es falto de entendimiento; corrompe su alma el que tal hace; heridas y verguenza hallará, y su afrenta nunca será borrada" (Proverbio 6:32). Todo el que cae en adulterio, es porque en algo ofendió a Dios previamente (generalmente ese pecado es idolatría); "Fosa profunda es la boca de la mujer extraña, aquél con el cual Jehová estuviere airado... caerá en ella" (Proverbios 22:14). Estorbemos pues a nuestros hijos, y estorbémonos nosotros mismos. Meditemos.

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