martes, 12 de julio de 2011

Si no quieren recibir... no se les debe dar.

Antes de enviar a sus discípulos a predicar, no para que practicaran sin EL, sino para prepararlos para todo el resto de sus vidas, Jesús les dió muchas indicaciones a sus discípulos. Entre ellas estaba la siguiente: "Y si alguno no os recibiere, ni oyere vuestras palabras, SALID de aquella casa o ciudad, y SACUDID el polvo de vuestros pies" (Mateo 10:14).

Jesús no está interesado en convencer o en convertir a su camino a todo el mundo, El está interesado en traer a la casa de su padre a las "ovejas" que están perdidas. Quienes hayamos tenido ganado actualmente o en el presente, sabemos detalles de una oveja que otras personas no conocen. Los animalitos miembros de un hato de ganado, SABEN, CONOCEN, RECONOCEN quien es su amo. Responden a la voz de amo. Y eso es lo que Jesús nos dice en Juan, capítulo 10. Cuando nosotros tuvimos nuestro pequeño hato de diez vacas, habían cerca de nosotros otras lecherías. En esos tiempos el lugar en que hoy vivimos era muy desolado, por lo que las cuatro lecherías que habíamos sacábamos a pastar las vacas a los mismos potreros. ¿Sabe usted, cuántas veces al finalizar la tarde, una de esas tantas vacas se iban a otro corral que no fuera el suyo? NINGUNA. Todas conocían el silvido, el chasquido de dedos, el sonido de la voz de sus amos. Ahora bien, imagínese usted que eso sucedía en lo material y con "animalitos" ¿Cómo no sucederá en lo espiritual con las almas del Señor?

Por ello, es que estamos convencidos que quienes somos "ovejas" perdidas de la casa de Nuestro Padre celestial, cuando oímos la Palabra de Dios de labios santos la seguimos, los que no son no la siguen. De ellos, Jesús nos dice: "Salid de esa casa o de esa ciudad, y limpien el polvo de sus pies". Meditemos.

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