jueves, 28 de julio de 2011

No es ni hule ni chicle.

Una de las características que vemos muy marcadamente cuando Jesús vino por primera vez a éste mundo, es que el estado de la iglesia era caótico. No estaba funcionando como era el deseo de Dios. Hoy, esa característica se está marcando cada día más.

En los últimos años nos hemos visto en la iglesia envueltos en un juego que cada día se pone más peligroso. "Hemos convertido la misericordia de Dios en un hule o un chicle" estirándola para "solapar" cualquier clase de pecado. Líderes pederástras que son disculpados porque son "débiles"; líderes que fornican con sus ovejas porque sus esposas "no los atienden"; jóvenes que fornican, adulteran, y se meten en drogas porque "están solos y nadie los comprende"; mujeres que "chismosean" y se meten en todo cuanto pueden pero que miran esto como una "comunicación" para que oremos por esos problemas. Tenemos que entender que la misericordia de Dios no es ni de hule ni es un chicle para que la "estiremos". Dios aborrece el pecado, pero ama al pecador, eso es ciertísimo... pero... media vez el pecador quiera dejar de practicar el pecado que está cometiendo. No es cuestión de que es una regla y como tal, Dios siempre nos va a alcahuetear el pecado.

Si queremos ser perdonados allí está el Señor presto para hacerlo, pero dejemos de ser pederastras, dejemos de fornicar, dejemos de adulterar, dejemos el cigarro, la borrachera, el chisme, etc. Abandonando el pecado es como somos aceptos por Cristo, no practicándolo "sólo" porque su misericordia es más que la ley, que el legalismo, o que el criterio de algún líder. Meditemos.

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