viernes, 29 de julio de 2011

Ella, instruida por su madre.

Es un gran privilegio el que Dios nos ha permitido al poder tener hijos, uno de sus mandatos principales cuando Dios creó al hombre y a la mujer, y los unió en el sagrado vínculo del matrimonio fue: "Multiplicaos".

Es por ello, que la esterilidad si uno analiza los albores de la humanidad, era considerada como un reproche o un rechazo de Dios para con las personas estériles, vea el caso de Sara, de Raquel, de Rebeca, de Ana la esposa de Elcana, Elizabet la madre de Juan el Bautista, etc. Y, es por ello también, que cuando Dios les hacía el milagro de hacerlas fértiles, ellas exclamaban: "Jehová, el Señor, me ha bendecido". Bueno, pero el punto principal hoy es el siguiente: No sólo se trata de tener hijos en éste mundo. Los que los tenemos, o mejor dicho, al que el Señor nos los da, tenemos la obligación de educarlos bien. Son tesoros en las manos nuestras. Tenemos el deber de educarlos bajo el temor de Dios, bajo sus normas, bajo sus estatutos, bajo sus leyes. Un caso lamentable de cómo educar mal a un hijo, lo tenemos en la persona de Herodías, quien fuera esposa de Felipe, pero que sin morir éste se fue a vivir con Herodes, su cuñado.

Ella instruyó mal a su hija (que en algún escrito la llaman Salomé), y fue por ello, que la mandó al fuego eterno. Cuando deleitó a Herodes con una danza, éste le preguntó qué deseaba para agradarla. Ella, "INSTRUIDA, PRIMERO POR SU MADRE" (dice la escritura. Mateo 14:8), pidió la cabeza de Juan el Bautista en una charola. Meditemos.

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