domingo, 19 de junio de 2011

Predicando en el desierto.

Toda la Palabra de Dios tiene alguna aplicación, casi todo lo que está en sus líneas, o, entre sus líneas es una analogía de algo en la vida material y espiritual del hombre.

Cuando leemos por ejemplo que Noé subió al Arca que había construido por orden de Dios, entendemos que es una analogía de la Iglesia de Dios, pues es el único lugar sobre la faz de la tierra que nos lleva a la presencia de Dios en éste mundo. Cuando leemos por ejemplo que Juan el Bautista predicaba en el desierto, tenemos delante nuestra una analogía de que toda Palabra que sale de la boca de Dios, si no cae en un corazón enternecido para con El, cae en un desierto. Prueba de ello la vemos en el hecho de que cuando Juan el Bautista predicaba, dice que los religiosos llegaban a donde él estaba bautizando pero no lo seguían, y él les decía: ¡Generación de víboras! ¡Hipócritas! (Mateo 3:7).

Esas expresiones nos indican que los religiosos no estaban de acuerdo con el Bautista, quien sabemos, había sido enviado por Dios. Eso nos indica que esos corazones estaban en un desierto espiritual y por ello no crecían en los caminos de Dios. Esto nos indica que hoy, también es igual, todo aquél, que por mucho que mencione el nombre de Dios pero no lo siga, es un desierto y está en un desierto. Es un religioso pero no es una persona salva. Meditemos.

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