miércoles, 8 de junio de 2011

Nuestra "duda interior".

Cuando pensamos en los grandes hombres de fe, en los patriarcas, en los líderes de la iglesia antigua, pensamos y creemos que fueron hombres a los cuales Dios sí utilizó porque eran perfectos. Nada más lejos de la realidad que ese pensamiento.

Si Dios utilizara sólo a personas perfectas... simplemente NUNCA utilizaría a ningún hombre para sus propósitos. No tratamos aquí, con estos pensamientos, de desmerecer la obra y vida de ninguno de nuestros antepasados bíblicos. Lo que tratamos es de "animarnos" a nosotros mismos a que podemos trabajar en la obra de Dios, muy a pesar de que estamos lejos de la perfección, eso, por supuesto, no implica que andemos pecando indiscriminadamente, pensando que Dios de todas formas nos va a perdonar y a seguir utilizando. No, tampoco. Pero, como dijimos, con el fin de "animarnos" analizaremos dos o tres actitudes de líderes que nos antecedieron. Abraham, el padre de la fe, le creyó a Dios pero (prácticamente) le replicó en su "duda interior"... ¿Cómo conoceré que lo que me dices es cierto? (Génesis 15:1-6), y esa duda le trajo consigo una larga espera por el hijo prometido. Zacarías, el padre de Juan el Bautista, le creyó a Dios pero (prácticamente) le replicó al ángel en su "duda interior"... ¿En qué conoceré ésto? (Lucas 1.18), y esa duda le trajo como consecuencia quedar mudo hasta el nacimiento del hijo prometido.

Es totalmente válido que como humanos, aún en medio de nuestra fe, tengamos debilidades. La perfección nos la dará el Señor cuando terminemos la carrera, al menos eso es lo que nos enseña Pablo en 1era Corintios 15:51-52, pero, tengamos presente que "nuestra duda interior", nos hará más larga la espera de lo que nos prometieron. Meditemos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario