martes, 21 de junio de 2011

Haced pues, frutos dignos de arrepentimiento.

Lo hemos mencionado en muchas ocasiones, TODOS PECAMOS, todos cometemos faltas, todos nos equivocamos y lastimamos a las personas que nos rodean, y lo peor del caso es que casi siempre a quienes lastimamos es a las personas que se supone más amamos.

Juan el Bautista, en los albores de su ministerio, que por cierto fue mucho más corto que el de Jesús, pues el de Jesús duró tres años y medio pero el de Juan duró si mucho un año o año y medio, nos dejó entre tantas lecciones a aprender, la siguiente: "Haced frutos DIGNOS de arrepentimiento". Juan el Bautista estaba rodeado de la crema y nata de los religiosos, se movía entre gente que tenía una "religión" que tiene un Dios,que pero no tenían una "relación" con ese Dios. Juan sabía lo que es la "hipocrecía" de andarse abriendo paso en el "nombre de Dios", pero andar en los caminos del enemigo de Dios (los deleites de éste mundo). Juan sabía que la palabra arrepentimiento es una palabra que indica "un giro de 180 grados en la vida o la caminata que llevamos".

Juan sabía que decir "lo siento", "perdón", "te prometo que no lo vuelvo ha hacer", son palabras que conllevan un giro total a la vida que hemos estado llevando. Un cambio de actitud en lo que hemos estado haciendo, o, en cómo lo hemos estado haciendo. Un arrepentimiento conlleva en una sola frase: Hacer frutos dignos de ese arrepentimiento. Meditemos.

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