miércoles, 1 de diciembre de 2010

El que se extravía y no persevera.

El apóstol Juan escribe en sus últimos años de vida, entre los años 85 y 100 de nuestra era, tres epístolas, todas con fines educativos y correctivos, pues la revolución espiritual que había causado la venida, predicación, muerte y resurrección de Cristo, había causado, a su vez, una división muy marcada en la vida de judíos y gentiles de la época. Situación, que lamentablemente, hoy no nos es ajena.

En la segunda epístola Juan nos dice en el verso 9: "Cualquiera que se extravía, y no persevera en la DOCTRINA DE CRISTO, no tiene a Dios; el que persevera en la DOCTRINA DE CRISTO, ese tiene a Dios". ¿Qué quiso explicarnos Juan? Muy brevemente la historia antigua nos muestra el siguiente panorama: de Adán a Abraham, Dios dirigía los destinos de SU gente hablándoles personalmente, y dándoles las indicaciones de lo que quería, y cómo lo quería, vea Génesis 1:28 con Adán y 12:1-5 con Abraham. Pero, cuando le explicó a Abraham, que sus próximas 4 generaciones serían esclavas en Egipto y que las libraría luego, vino Moisés y a él le dió el "Decálogo" o lo que conocemos como la Ley. De allí en adelante, el mundo antiguo se dividiría en "Israelitas o Judíos" y "gentiles". Los israelitas se regían por la Ley de Moisés, y los gentiles por las leyes del mundo.

Luego vino el anunciado Mesías, Jesús el hombre, Cristo el Divino. Jesús nos trajo el "Evangelio o las Buenas Nuevas", dejando atrás la Ley de Moisés. DESDE el Sermón del Monte, vemos cómo Cristo ya no predica La TORA, o la NOMOS, que significan Ley, sino la DIDACHE o DOCTRINA DE JESUCRISTO, que no es más que el EVANGELIO de su Palabra. De allí, que Juan nos diga: No se extravía el que siguiendo a Cristo, peca o cae en una falla y luego se levanta para seguir, sino se extravía el que: Sabiéndo cuál es la DOCTRINA DE JESUCRISTO, o la ignora o la deshecha. Meditemos.

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