jueves, 30 de diciembre de 2010

Los elegidos, los consentidos y las ovejas.

Nosotros desde que caminamos personalmente con Jesús, hemos creído que de entre todas las personas que el llama, él dispone de elegidos, de consentidos, y el resto somos ovejas. Todos son amados, pero algunos tienen el privilegio de estar más íntimamente ligados a él.

Cuando usted ve las escrituras con detenimiento y analiza ciertas situaciones, es imposible, desde nuestro humilde punto de vista el negar dicha situación. Vea usted la siguiente estadística: Cuando Jesús es llevado al cielo en una nube luego de su resurrección hay 120 personas (que fueron testigos de ese evento) que se reunen en el Aposento Alto con los discípulos (Hechos 1:13-14). Cuando los mandó a predicar de dos en dos, eran 70 (Lucas 10:17). Para que caminaran con él, escogió a 12 (Mateo 10:1-4). De esos 12, en los eventos especiales elegía a 4: Pedro, Jacobo, Juan y Andrés como cuando les explica los eventos del fin de Mateo 24, que dicho sea de paso todo el mundo cree que se lo explicó a los 12 pero no fue así (Marcos 13:3); en eventos más especiales y de profundo significado eligió sólo a 3, Pedro, Jacobo y Juan, como lo fue la transfiguración (Marcos 9:2). Pero, para explicar los detalles del fín de los siglos, de su venida, del juicio a las naciones, y el juicio individual a cada persona, y la destrucción del imperio de satanás solamente eligió a uno: Juan.

Solamente Juan supo, entre los 120 que seguían a Jesús íntimamente, Apocalipsis. ¿Tiene Dios elegidos, tiene Dios consentidos, y ovejas? Nosotros creemos que sí. A todos nos ama, a todos nos declara sus propósitos, a todos nos explica sus planes, pero solamente a aquellos que recuestan su rostro sobre su pecho (como lo hacía Juan), son los que reciben las grandes revelaciones. Meditemos.

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