Es difícil responder "ninguno" cuando alguien pregunta ¿Quién de nosotros no necesita clamar algún día?. ¿Quién es aquél humano que no ha tenido, no tiene, o no tendrá algún momento de escacez, de angustia, de pena, de dolor, de luto, que no tenga necesidad de ir a un lugar aislado y clamarle a Dios?.
Hemos conocido personas que se dicen ateas, pero el día de la angustia mencionan a Dios todo el día. Y hemos visto a Dios responderles, con lo que por supuesto, ese día dejan de decirse ateas. Hemos conocido personas que creen y confiesan no tener fe, pero el día de la angustia la encuentran, y es más, se dan cuenta que tenían más fe de la que ellos mismos creían, solamente que la habían tenido dormida porque la vida y la experiencia diaria no se los había exigido. Todos hemos sido galardonados con un grano de fe dijo Jesús. Lo que sucede es que nos distraemos en los quehaceres mundanos y por ello dejamos a Dios por un lado.
Pero nunca es tarde, Dios es un Dios paciente, amoroso, y siempre nos está esperando como aquél padre de la parábola del Hijo Pródigo. Dios está todas las tardes esperando ver venir nuestro rostro, y el día que lo mira, hace exactamente lo que el padre de la parábola, ni siquiera nos deja hablar para pedir perdón, simplemente nos abraza y ordena una gran fiesta... porque aquél hijo que se había perdido ha vuelto (Lucas 15:11-32). Meditemos.
domingo, 21 de noviembre de 2010
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