viernes, 26 de noviembre de 2010

¿Para qué sufrimos?

Hay muchas personas que entienden del por qué o del para qué se sufre cuando no se está bajo la cobertura de Dios. Piensan, creen, o suponen que es por el hecho de que están siendo castigados por sus pecados. Pero, lo que es más asombroso todavía, es el hecho de que hay personas que no entienden del por qué sufren, estando bajo la cobertura de Dios.

Primero hemos de aclarar que no necesariamente el no creyente sufre por castigo de Dios, ciertamente muchos están pagando las consecuencias de sus errores, de sus faltas, de sus desmanes, o sus pecados. Pero hay muchos no creyentes que sufren porque es la forma más efectiva que Dios tiene para hacernos un llamado, y que lo atendamos de inmediato. Durante nuestra vida de no creyentes Dios nos llama muchas veces sin que le hagamos caso alguno, pero, en cuanto nos aprieta el tornillo del sufrimiento la respuesta es inmediata. Durante los casi 30 años de vida cristiana que llevamos podríamos decir que el 95 o 98 por ciento de las personas de fe que conocemos, incluyéndonos a nosotros como familia, todos hemos llegado a los pies de Cristo por el dolor, la pena, la escacez, el sufrimiento, la soledad, y hasta el dolor del luto.

Por qué o para qué sufre el que sí es creyente, pues simplemente porque tiene un llamamiento especial. Si usted analiza la historia verá que las personas que más han sido bendecidas con fe, que más han hecho en los caminos de Dios, que más han llevado la semilla de la Palabra... son personas que han transcurrido sus vidas cristianas a la luz de un sufrimiento, y unos padecimientos que cualquiera diría eran hasta injustos. Pablo es el ejemplo clásico de ello. Meditemos.

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