miércoles, 6 de octubre de 2010

Nadie es tan pobre que no pueda dar algo.

Cuando estuvimos en el Instituto Bíblico un maestro nos enseñó un dicho dentro de la iglesia que nos agradó mucho, no solamente por venir de alguien que lo practicaba sino porque hemos podido comprobar su certeza, decía así: "Nadie es tan pobre que no pueda dar algo, ni tan rico que no necesite algo".

Hemos visto en el transcurso de éstos últimos veinte años después de que nos graduamos del Instituto Bíblico, a personas que viven en techos de lámina, casitas forradas de lepas y cartones, pero que con mucho gusto comparten lo poco que tienen con la suegra, con un cuñado, con un hermano, y mal que bien, nunca les falta la comida. También hemos visto personas adineradas que estando en una silla de ruedas, o en un lecho de enfermos, tienen que ser servidos. Y así, hemos visto cumplido el hecho de que una persona con limitaciones puede dar y ser felíz, y una que se supone que es felíz tiene que recibir algo.

Pablo les dice a los Gálatas en el capítulo 6 y verso 10: "Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a TODOS, y mayormente a los de la familia de la fe". Pablo pues, nos aconseja que demos, pero que de ser necesario o prioritario se comparta primero con aquellos que, haciendo su lucha diaria por seguir al Señor en todos sus caminos, estén pasando algún grado de necesidad, escacez, o estrechez económica. Meditemos.

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