jueves, 21 de octubre de 2010

Dejad que los muertos entierren a sus muertos.

La tierra de Israel se divide desde antaño en tres grandes regiones: al sur está Judea en donde se encuentran las ciudades de Jerusalén, Hebrón, y Belén por ejemplo; en la región del centro está Samaria, cuya ciudad más importante es la misma Samaria; y la parte norte que se llama Galilea, cuyas ciudades más importantes bíblicamente hablando se encuentran en el famoso lago de Kenesaret o Mar de Galilea, como Capernaum y Gadara.

Pues bien, un día predicando Jesús del lado poniente en donde se encuentra Capernaum, se le acercaron un escriba y uno de sus discípulos (que no era de los 12 por supuesto), y le dijo el primero: "Maestro, te seguiré a donde quiera que vayas", pero Jesús le contestó: "Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde reposar su cabeza". Luego, su discípulo le dijo: "Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre", hemos de entender por éste mismo relato en Lucas, que el padre de éste discípulo NO HABIA MUERTO AUN, sino lo que él quería era ESPERAR a que su padre muriera, y ya, desligado de esa obligación entonces seguir a Jesús, mas Jesús le responde: "Sígueme, deja que los muertos entierren a sus muertos" (Mateo 8:18-22). De más está decir que ninguno de los dos siguió a Jesús.

Servir a la familia y servir en el nombre de Dios son lohables actitudes, pero, cuando se recibe una palabra DIRECTA de Dios, el querer hacerlo esperar no le agrada a Jesús. Una persona que NO conoce a Dios en lo íntimo de su corazón, es una persona que come, camina, habla, mira, oye, respira... PERO ESTA MUERTA ESPIRITUALMENTE. Sólo los que conocemos al Señor estamos vivos dice la Palabra de Dios. No releguemos a Jesús por los muertos en vida. Si nos habla... sigámoslo, EL sabrá cómo atraer a los otros sin, con, o, por nosotros. Meditemos.

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