lunes, 14 de junio de 2010

El pecado oculto.

Es un hecho que todo hombre ha pecado, peca y pecará. Es un hecho también que unos pecamos más que otros. También es un hecho que los pecados de unos son más evidentes que los de otros. Los pecados de unos los afectan casi sólo a ellos; los pecados de otros afectan a terceros; y, también hay pecados que afectan a muchas más personas.

Un pecado de adicción sexual puede afectar a una sólo persona, puede llegar a provocarle sida por ejemplo; un pecado de afición a los juegos puede llegar a afectar a toda la familia; un pecado como los que cometieron los seudo economístas en tiempos recientes, pueden llegar a afectar a naciones enteras, y como en el último caso, al mundo entero. David oraba a Dios pidiéndole todos los días que le perdonara sus pecados, pues David se conocía a sí mismo y sabía de su debilidad por las mujeres por ejemplo. David sabía perfectamente que teniendo por esposa a Mical, se enamoró de Abigaíl y también la tomó; sabía que teniendo esas dos mujeres también paró quedándose con Betsabé. Pero lo que más atormentaba a David era saber que tenía un pecado oculto, y que ése pecado lo podía matar más que los otros (Salmo 19:12 y 69:5).

Si David, que era un hombre conforme el corazón de Dios, no solamente tenía sino también temía por sus pecados ocultos, ¿Cuánto más nosotros simples mortales no debemos de orar como David? Podemos vivir con un pecado, puesto que hay muchos que viven con tantos pecados, pero no podemos ser luz, ser guías, ser faros para otros. El pecado nos impide avanzar, el pecado nos quita los galardones que Dios tiene y desea para nosotros. El pecado el punto más crítico que tiene es que nos va endureciendo el corazón, y pronto, pero muy pronto, no sólo nos aparta de Dios sino que ya no queremos estar con El. Meditemos.

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