domingo, 20 de junio de 2010

Con nuestros oídos hemos oído, porque nuestros padres nos han contado.

¿Qué fuera de nuestros pueblos y de nuestras vidas si no hubiera historia?, y, ¿Qué fuera de la historia si no hubiera historiadores? La historia inició "narrada", una generación le contó a otra lo que le había sucedido; ésta a su vez se la contó a otra; la tercera, para no olvidarla la pintó en las piedras; la otra la convirtió en monumentos, pero otra más decidió escribirla. De las primeras nos quedan muy pocas, de las segundas algunas, pero de la tercera nos quedó todo.

Narrar, pintar, esculpir o escribir la historia ha sido la base para que la generación que viene, no sólo avance, sino que la vida le resulte más fácil. Uno inició de cero, pero el segundo inició de uno, el tercero de dos y así, hoy, estamos en donde estamos en ciencia, en tecnología, en matemáticas, etc. porque alguien nos dejó memoria de la historia. Pero, y ¿qué sucede con lo espiritual? Nosotros los creyentes no sólo "debemos" sino que "tenemos" que narrar, pintar, esculpir, o escribir lo que Dios hace con y por nosotros, para que las generaciones venideras avancen más que nosotros. El salmista David escribió para nosotros lo siguiente: "Oh, Dios, con nuestros oídos hemos oído, nuestros padres nos han contado, la obra que hiciste en sus días, en los tiempos antiguos" (Salmo 44:1). Y continúa diciendo: "Tú con tu mano echaste a las naciones; Tú los plantastes a ellos en la tierra; Te complaciste con ellos; Tú les mandaste la salvación; En tu nombre hollamos a nuestros adversarios; tú nos has guardado de nuestros enemigos (Salmo 44:2-7).

Hoy, que el Señor nos dió el privilegio de ser padres, de ser abuelos... ¿Qué hacemos por nuestros hijos y nuestros nietos? ¿Les narramos las grandesas que Dios ha echo con y en nosotros? ¿Les explicamos que estamos en donde estamos, por la mano de Dios, o creen ellos que estamos en donde estamos y tenemos lo que tenemos porque nos lo merecemos? ¿Oramos con ellos antes de tomar los alimentos? ¿Discutimos pasajes de la biblia con ellos, o nos sentamos a platicar de deportes? ¿Conocen nuestros hijos y nuestros nietos la palabra de Dios y las obras de Dios por nuestra boca, o Dios sigue siendo para ellos un mito? ¿Conocen ellos acaso la gratitud que le tenemos a Dios, por lo que es y por lo que representa para nosotros, y por lo que es y debe de representar para ellos?. Que ellos puedan decir algún día: "Con nuestros oídos hemos oído, porque nuestros padres (o abuelos) nos han contado. Meditemos.

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