lunes, 22 de agosto de 2011

Un héroe que no se derrumba.

Todo ser humano tiene un héroe, si leemos la historia todas las naciones tienen héroes nacionales, regionales, etc. Usted no puede hablar de la historia de Estados Unidos si no menciona a un Abraham Lincon, a un George Washinton, o a un Toro Sentado. No puede dejar de mencionar en México a un Pancho Villa.

También en los deportes tenemos héroes, quizás es en donde más tenemos. Pero el problema es que los héroes pasan de moda, se envejecen, se destruyen, se derrumban, ya sea por su edad, por sus errores, por el olvido, porque nacen otros, o simplemente porque se mueren, pero lo cierto es que se derrumban. Sin embargo, en lo espiritual podemos tener un héroe que no se envejece, que no se destruye, que no se derrumba, que nunca pasan los años por él, que no comete errores, que nadie olvida, uno que nunca nacerá otro que se le compare ni mucho menos lo mejore, uno que no muere, y lo más impactante, uno que en lugar de derrumbarse crece cada día más en su fama, su gloria, su poder. Ese es el caso de que tengamos como héroe a Jesús, el Cristo de Dios viviente.

Padre, oró en una ocasión, "yo quiero que donde tú y yo estemos, éstos y los que han de creer por medio de éstos estén conmigo" (Juan 17); "guárdalos, porque están en el mundo, pero no son del mundo". "A todos los que me diste, dales vida eterna". Ese es un héroe verdadero, aquél que desea lo mismo para usted, para nosotros, que para él. Meditemos.

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