lunes, 15 de agosto de 2011

Nuestro camino a Damasco.

Todos tenemos planes, unos los tenemos a corto plazo, otros los tenemos a largo plazo, pero dado la situación económica, social, política, y económica que estamos viviendo en éstos últimos años... todos tratamos de planificar nuestra vida para no tener mayores problemas cuando estemos en situación de retiro, vejez, o incapacidad.

A pesar de que en otros tiempos la venida del Señor no era tan comentada o tan esperada, siempre ha habido personas que hacen sus planes. Saulo de Tarso, también conocido como El gran Apóstol Pablo, trató de planificar su vida con miras a su vejéz. El, siendo religioso, prácticamente se hizo soldado para poder perseguir a todos los que estaban dejando la sinagoga y las leyes judías, para seguir las nuevas normas de vida que un tal Jesús había llegado a imponer años antes. En ese sentido se dispuso a perseguir a todos sus seguidores, encarcelarlos, y matarlos si era necesario. Esos eran sus planes. Pero un día, cuando iba para Damasco a buscar más víctimas, se le aparece Dios y le cambia los planes, le habla, lo convence, y desde ese día en adelante su vida cambió radicalmente y para siempre, pero con dolor.

Como dijimos al inicio todos tenemos planes, cuando éstos son conforme a la voluntad de Dios, El permite que los llevemos a cabo; pero, cuando no lo son, El los cambia muy a pesar nuestro. El secreto para no tener nosotros nuestro propio camino a Damasco, con las consabidas consecuencias, es buscar y hablar con Dios todos los días. Pues cuando los cambios los hace Dios, casi siempre duele el resultado. Meditemos.

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