viernes, 19 de agosto de 2011

Los talentos.

Muchos cristianos pensamos que cuando Dios nos habla de los talentos, sólo nos está hablando de habilidad para la música, para el canto, para servir, para consolar, para orar, etc. Pero nunca o casi nunca nos pasa por la mente que los hijos también son un talento, y quizás el más grande que nos pudo haber dado.

Tan son el talento más grande que pudimos haber recibido luego de la salvación, que en la antiguedad las personas que eran estériles eran consideradas como malditas por Dios. Prueba de ello es que todas las mujeres que se mencionan en el Antiguo Testamento que no podían tener hijos (entendamos a Sarah, Rebeca, Raquel, Ana... y en en Nuevo Testamento Elizabeth, la madre de Juan el Bautista), clamaron a Dios porque las "bendijera" (que es lo contrario de maldecir) con un hijo; y cuando así fue dieron gracias a Dios por haberlas "bendecido". Pero el punto aquí es el siguiente, ¿Qué estamos haciendo o qué hicimos de nuestros talentos (hijos)? Somos responsables por el camino que ellos han tomado, fuimos nosotros los privilegiados en que esos "niños" fueran puestos en nuestras manos. ¿Los educamos conforme Dios quería que los educáramos? ¿Les infundimos el temor de Dios en sus corazones? ¿Les enseñamos sus mandamientos?

¿Son esos talentos (hijos) lo que Dios quería que fueran porque cumplimos con "trabajar esos talentos", o por el contrario, cuando El regrese nos dirá: ¡Ah siervo necio y negligente, que sabiendo que cosecho donde no siembro, fuiste holgazán y enterraste mis talentos? Meditemos.

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