jueves, 25 de agosto de 2011

Lo que muchos no dicen.

Durante la vida de creyentes que llevamos que abarca ya tres décadas, hemos visto con profunda pena que hay temas que muchos líderes no tocan por miedo a que alguna de las ovejas se lastime, que alguien que da muchos recursos económicos a la congregación se sienta aludido y se vaya, y con él... algunos buenos dólares, etc.

Eso nunca nos pareció, sobre todo cuando estudiamos en los evangelios que Juan el Bautista, que Jesús, y luego los discípulos y Pablo, no tenían miramientos para señalar lo erróneo, el pecado, la falta, no importando quién la cometiera, siendo que a ésto habían sido enviados. Mire usted por ejemplo por qué perdió la cabeza (literalmente) Juan el Bautista, por señalarle a Herodes (un gobernante)que no le era lícito tomar por esposa a su cuñada, y menos estando vivo su hermano Felipe (Mat. 14). Vea usted una escena impactante, a Jesús, predicando "su doctrina" y no "La Ley de Moisés" y nada menos que en el Templo, en uno de los lugares más sagrados para los judíos, el lugar de las ofrendas (Juan 8:20). El evangelio hay que practicarlo y predicarlo como es, no como "convenga" que sea. Pablo estuvo prisionero casi toda su vida ¿por qué? por predicar el evangelio como era, no como convenía que fuera.

Nuestra vida, nuestro mensaje, tienen que ser certeros, no podemos ser tímidos ni temerosos para practicar y para predicar la Palabra de Dios, no importan las consecuencias, si se va el rico, si se ofende el pecador necio, si nos quedamos con pocos o casi ningún seguidor... el evangelio es verdad, y los que amamos y adoramos a Dios hemos de hacerlo en espíritu y verdad, no por conveniencias. Nosotros tenemos que decir lo que hay que decir, aunque muchos no lo digan. Meditemos.

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