domingo, 12 de septiembre de 2010

Todos queremos estabilidad.

La estabilidad en nuestras vidas nos hace sentir seguros, nos da ánimo para seguir adelante en éstos ajetreados días, nos imparte cierta paz en medio de tanto trajín y de tanta inseguridad en las calles, en los trabajos, con los gobiernos, etc.

¿Qué nos da o cómo podemos alcanzar esa estabilidad? En tiempos que el profeta Jeremías ejercía su ministerio, esa era la condición del pueblo de Israel, "inestabilidad". ¿Por qué? Pues porque el mismo profeta había sido mandado por Dios a decirles que iban a ir al cautiverio, que serían expulsados de su tierra, que serían asoladas sus ciudades, que sus mujeres e hijos serían entregados a gentes extañas(2:19; 4:27; 5:19; y especialmente 6:11-12 de Jeremías), pero ellos NO quiseiron escuchar. Dios les había mandado a decir: "Jeremías, ponte a la puerta de la casa de Jehová, y proclama allí, ésta palabra: Mejorad vuestros caminos, y vuestras obras, y os haré morar en éste lugar, no fiés vuestras vidas a la mentira, mejorad vuestros caminos y vuestras obras, y no oprimáis al extranjero, a la viuda, al huérfano, y no derraméis sangre inocente" (Jeremías 7:1-6).

Lastimosamente, pero muy lastimosamente, vemos hoy en día que éstos últimos factores son los que están destruyendo a nuestras sociedades, si echamos un vistazo al mundo veremos que las sociedades o naciones que están despreciando éstos consejos son (aunque se vean muy civilizadas aún, y aparentemente estables) las sociedades y naciones que tienen los mayores problemas internos y que caerán irremediablemente. El extranjero, la viuda y el huérfano son para Dios "sagrados" como "la niña de sus ojos", quien los toque pagará las consecuencias. Meditemos.

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