martes, 14 de septiembre de 2010

Cada uno dará cuentas a Dios de sí.

Es muy común que en la caminata que llevamos por éste mundo, especialmente entre los que nos decimos ser gentes de fe, veamos con profunda pena y tristeza que hay personas alrededor nuestro que dicen profesar la misma fe, pero que sus vidas distan mucho de ser un ejemplo a seguir en los pasos del Señor. Y, ojalá, nosotros mismos no seamos de esas personas que hacen tropezar a otros.

Pablo dice en el libro de Romanos: "TODOS compadeceremos ante el tribunal de Cristo" (Romanos 14:10b). En Apocalipsis se dice que llegará el día en que los "libros" se abran y las personas seremos juzgados por lo que está escrito en ellos (Apocalipsis 20:12). Jesús enseñó en el libro de Lucas, capítulo 16 lo siguiente: "Murió el rico y un pobre llamado Lázaro; y estando del otro lado de la vida el rico, alzando sus ojos, tuvo éste diálogo con Abraham: Ten misericordia de mí y envía a Lázaro a que moje la punta de su dedo con agua, y refresque mi lengua; Abraham respondió: no se puede porque hay una gran sima entre ambos lugares; Luego, el rico pidió que alguien de los muertos viniera a avisar a sus parientes a evitar que llegaran a ese lugar de tormentos, pero Abraham volvió a responder que no se podía" (Lucas 16:19:31).

Observemos que el rico estaba "vivo" pues tenía sed, podía ver, podía hablar, tenía sentimientos, tenía deseos, pero todo le era imposible de cambiar. Pablo dice en Romanos 14:12: "De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí". Cada minuto que pasa, cada hora que pasa, cada día que pasa... estamos más cerca de dar cuenta de sí mismos ¿Estamos viviendo de tal forma que moriremos como Lázaro, o, por el contrario pasaremos las penas, las verguenzas, y los tormentos del rico, por vivir con la indiferencia que él vivió? Meditemos.

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