viernes, 17 de septiembre de 2010

Somos columnas en nuestros hogares.

Aún las personas que no han estudiado ingeniería o arquitectura, saben de alguna manera que una construcción es sostenida por sus columnas, las vigas sirven para amarrar la construcción, pero son las columnas las que sostienen toda la estructura, amén, de poner los cimientos en suelo sólido.

Jesús en la escritura nos enseña a quienes creemos en EL, que todo verdadero creyente (no los que lo siguen por la sola comezón de oír su palabra) debe construir su hogar espiritual sobre la roca (Mateo 7:26). Esa roca, sabemos que es EL mismo (Romanos 9:32-33). Construir nuestro hogar sobre la arena, es construir sobre bases humanistas o doctrinas humanas que nos mal enseñan a llevar nuestra casa. Doctrinas que nos hacen creer que si no matamos, no robamos, no le hacemos daño a nadie... somos buenos. La Palabra de Dios nos enseña que "una buena persona" es un poco más que eso. La escritura divide a la humanidad en buenos y malos, en píos e impíos, en personas salvas y en personas condenadas. Mientras más seguros estemos de ello, más seguros estaremos en la construcción de nuestro hogar.

Las columnas en un hogar son el padre y la madre, en ausencia de alguno de los dos el otro es respaldado por Dios para que haga las funciones de ambos. Está en extremo probado que así es. Por lo tanto, lo que crean de corazón los padres o quien esté a cargo del hogar es más que fundamental para el destino eterno de las criaturas que lo conformen. Sólo hay un fundamento para las personas buenas, para los píos, para las personas salvas, y ese fundamento no es humanista ni humano sino es divino, y se llama Dios. Meditemos.

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