sábado, 4 de septiembre de 2010

Dejarán padre y madre y serán una sola carne.

Cuando Dios creó el mundo y puso sobre la faz de la tierra a un sólo hombre, no lo puso así por un error involuntario, por un olvido, o para ver qué era lo que sucedía en su interior. Lo puso solo para que la humanidad entera nos dieramos cuenta que NO ES BUENO que una persona viva o esté aislada.

Dios Padre, al ser el diseñador de la creación y del hombre mismo, sabía cómo funciona el universo y la humanidad, lo que EL deseaba era "enseñarnos" a nosotros lo que sucede cuando una persona se aisla completamente. La soledad lo anula, lo frustra, lo desencanta, y puede llegar hasta provocarle instintos trágicos. Por ello fue que también con el hombre creó a la mujer y la institución del matrimonio. Y, cuando los unió dijo: "Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne" (Génesis 2:24). Esto implica que, cada hombre tiene derecho a una mujer; cada mujer tiene derecho a un hombre (por ello dice "el" y "la", no dice "ellos" y "las"); y que cuando se unen deben buscar un hogar o un lugar aislado de los padres no seguir en dependencia de los mismos.

Pero, también implica, que los padres se independicen de los hijos. Está bien que un padre le tienda la mano al hijo o a la hija, ¿a quién vamos a ayudar fuera sino lo hacemos dentro de casa primero?. Pero, se ayuda con sabiduría del cielo. No podemos ir solucionando todos los problemas de los hijos, se supone que si tomaron la decisión de apartarse, era porque tenían la capacidad de hacerlo. Y, si en dado caso cometieron errores, pues tienen que aprender a pagarlos... esa es una ley de la vida. Así qué, ciertamente los hijos deben separarse de los padres, pero también los padres debemos separarnos de los hijos, y en todo caso, un padre o una madre deben ser "ayuda" para los hijos, no una "carga". Meditemos.

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