viernes, 29 de abril de 2011

Una de las tantas promesas de Dios.

No falta nunca al lado de nosotros uno o dos impíos que prosperan en desmedida forma, mientras que nosotros nos tenemos que esforzar muchísimo para conseguir lo mímino, lo elemental para la vida.

En no pocas ocasiones eso nos causa coraje, especialmente si ponemos los ojos en la gente que se dedica a la política, al contrabando de bienes o de personas, al pillaje, comerciantes inmorales, etc. Y pensamos ¿es que acaso Dios no se da cuenta de ello? ¿Por qué Dios no los castiga? ¿Por qué se los permite? ¿Por qué vivimos en un mundo tan injusto y tan desigual? Pronto, pero muy pronto todo eso terminará, los límites a los cuales está llegando la humanidad son extremos, si usted toma la prensa, ve un telenoticiero, prende internet, etc. mirará con horror que ya casi no quedan pecados por estrenar en la larga lista del mal. Los que creemos en Dios, los que tenemos nuestra esperanza en EL, debemos entender que una de las tantas promesas que nos dió, es: "Ciertamente con tus ojos mirarás, y verás la recompensa de los impíos" (Salmo 91:8).

Abraham sufrió por los desmanes y pecados de Sodoma y Gomorra (situación que vemos repetida hoy en medio nuestro), pero dice la escritura que: "Subió Abraham por la mañana al monte, y miró hacia Sodoma y Gomorra, y hacia toda la llanura COMO EL HUMO SUBIA COMO UN HORNO". Los justos verán la destrucción de los impíos. Meditemos.

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