miércoles, 20 de abril de 2011

Enviaré hambre y sed, ha dicho Jehová.

En los últimos días de profecía de Amós, el Señor le manda a decir al pueblo de Israel, que está cansado de su pecado de idolatría. Pues Dios siempre ha querido que su pueblo lo adore en espíritu. Por esa razón se enojó tanto cuando en el desierto hicieron un cordero de oro y lo adoraron por 40 días. Y, fue también por esa razón que por cada uno de los días que adoraron ese cordero de oro, los dejó un año más en el desierto. Así, 40 años por los 40 días.

Pues bien, Dios le dice a Amós que sentencie al pueblo de la siguiente manera: "He aquí vienen días, dice Jehová el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová" (Amós 8:11). Hoy, estamos en igual forma el pueblo de Dios. Hemos tomado los asuntos espirituales con desmasiada liviandad, cualquiera se dice creyente o cristiano, cualquiera dice amar a Dios, cualquiera dice ser hijo de Dios, y es más, cualquiera se auto nombra líder o pastor de un rebaño con toda la ignorancia del caso. Pues, cuando uno mira sus formas de vida, se nota a leguas, que lo que existe es un entusiasmo masivo, un borreguismo general, estar a la moda, etc. de decirse cristiano, pero su vida en sí, no atraería ni a una mosca a ser parte de la congregación.

Seguir a Dios implica una vida de sacrificio, una vida entregada a los placeres espirituales y no a los materiales, implica amar a Dios sobre todo sea esto una persona, dinero, bienes, tenencias, etc. Pronto, la voz de Dios dejará de oírse como en los tiempos antiguos, y aquellos que no son relamente creyentes quedrán al descubierto. Meditemos.

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