sábado, 9 de abril de 2011

El clamor de una madre.

No hay nada sobre la faz de éste mundo, que una persona normal y en sus cinco sentidos desee más que el bienestar de sus hijos. Se da la vida por ellos, se dejan metas, sueños, e ilusiones por ver que los hijos cumplan los y las de ellos.

El día jueves por la noche celebramos la santa cena en la iglesia, una hermana dio su testimonio de cómo su hijo se le enfermó al extremo por culpa de un tumor, dicho tumor amenazaba con hacerlo perder su brazo derecho. Ella nos indicó cómo por su lectura de la escritura sabía que había que clamar, y eso fue lo que hizo, clarmarle a Dios diciéndole que si le había dado el privilegio de darle a sus hijos, si le había dado el privilegio de ser ella una creyente, y, de haber criado a su hijo bajo la misma tónica, que por favor se lo sanara. Le dijo a Dios: "Señor, tú me lo diste y me diste la responsabilidad de educarlo en tu palabra y eso he hecho, por favor sánamelo". Nos tocó mucho su oración, pues hace reflexión en el hecho de que los hijos van a ser lo que nosotros hagamos de ellos. Ciertamente hay excepciones, pero en general serán lo que hagamos de ellos.

Seamos ejemplo para nuestros hijos y la posibilidad de que ellos nos sean una verguenza será mínima. Dios nos guiará a hacer de ellos hombres y mujeres de bien. Es un privilegio muy grande tener hijos, no lo desperdiciemos. Meditemos.

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