martes, 1 de febrero de 2011

Levantando altares.

Abraham, aquél que la escritura nos dice que es el Padre de la fe, el Padre de los creyentes porque le creyó a Dios cuando Dios le habló, y dejó su tierra, su parentela, y fue a una tierra desconocida por pura fe. Ese Abraham, después cuando lo estudiamos en las escrituras vemos que su cualidad era levantar altares.

A donde Abraham llegaba juntaba unas piedras y ese era su nuevo altar. Muchos años después cuando la nación de Israel fue formada, se creó una clase sacerdotal que poco a poco se fue volviendo religiosa en lugar de espiritual. Fue esa clase sacerdotal aquella que dispuso que sólo en el templo se podía adorar a Dios; fue esa clase sacerdotal la que le impuso al pueblo cargas que ni ellos mismos llevaban; y, fue esa misma clase sacerdotal aquella que, cuando el Hijo de Dios vino para salvar al mundo, como Dios lo había anunciado por medio de sus profetas... simplemente en lugar de ser ellos quienes lo presentaran al mundo, fueron ellos quienes conspiraron para matarlo. Acción, que dicho sea de paso se volverá a repetir en el final de los tiempos (vea Mateo 24:1-5 y lo confirmará).

Jesús, cuando habló con la samaritana en el pozo de Sicar, un pozo que había hecho Jacob el nieto de Abraham, le expuso la misma idea: "La hora viene cuando ni en éste monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre" (Juan 4:21). Levantemos altares en donde estemos, en nuestro dormitorio, nuestra sala, nuestro jardín, la habitación de un hotel, un avión, etc. Dios quiere que le llamemos para visitarnos. Meditemos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario