Jesús iba por toda la región de Judea en el sur, Samaria en el centro, y Galilea en el norte de Israel haciendo milagros, haciendo grandes señales, predicando como quien tiene autoridad, esto es, sabiendo y cumpliendo lo que decía. Es más, iba en las tres regiones SACANDO a las gentes de la sinagoga para hacer que se congregaran en casas (vea Juan 10:1-6).
Estaba predicando una "doctrina" diferente a la ley que predicaban los sacerdotes, él mismo lo decía: "Mi didache (o doctrina), no es mía sino es del que me envió". Les estaba quitando su negocio a los religiosos. Estaba sacando a las ovejas de las singogas a un ritmo de tres mil ó de cinco mil por día. Visto el panorama de ésta manera, es Caifás, el Sumo Sacerdote por aquellos días, quien dice: "Si le dejamos así, TODOS creerán en él; y vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación... ¿No nos conviene acaso, que mejor muera un sólo hombre por el pueblo, y no que toda la nación perezca?". Fue aquél "famoso" representante de la clase religiosa, aquél que debía de ser el principal promotor del Hijo de Dios que venía a SU casa, a SU pueblo, a SU templo, el que dió la sentencia y la orden para que Jesús, el Cristo, fuera preso y muerto haciéndolo pasar por un conspirador ante la clase gobernante romana (vea Juan 48-51).
Cuando Jesús el Cristo venga otra vez, será exactamente igual. Los religosos que no tengan una relación íntima, personal, y directa con el Hijo de Dios. Verán sus imperios amenazados, verán su medio de vida en peligro, y serán ellos, quienes en contuvernio con el gobierno secular... TRATEN de aniquilar otra vez al Cristo, solamente que en ésta ocasión no lo lograrán. Meditemos.
lunes, 14 de febrero de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario