martes, 22 de febrero de 2011

La corta línea del tiempo.

Nuestra generación ronda los sesenta años, la de nuestros hijos ronda los treinta. En apariencia ¿Quién tiene menos tiempo de vida? La lógica nos dice que nosotros. Sin embargo, estamos viviendo, especialmente en latinoamérica, tiempos de mucha violencia, de mucha corrupción, de mucha tribulación. Eso, hace una diferencia y muy grande.

En tiempos de nuestros abuelos las enfermedades asomaban su cabecita a los cincuenta, sesenta, y en algunos casos a los setenta años. A nosotros nos asomaron a los cuarenta y cincuenta. De la generación que hoy tenemos sesenta años, es difícil encontrar a alguno de nosotros sin una dolencia. Nuestros hijos están padeciendo enfermedades a los veinte y a los treinta. Conclusión, la línea del tiempo se nos está reduciendo y mucho. Pero, a qué viene toda ésta loca reflexión. A que sólo porque alguien tiene treinta años, no implica que vaya a vivir más que aquellos que tenemos sesenta. Pues si el de treinta va a vivir treinta y cinco, solamente tiene cinco años por delante. Mientras que si el que hoy tiene sesenta y va a vivir setenta, le quedan diez.

Si hoy tuviéramos que entregar cuentas con Dios (porque lo hay, aún y cuando mucha gente lo niegue). ¿Qué cuentas entregaríamos? ¿Qué legado le dejamos a nuestra familia? ¿Qué ejemplo dimos a los nuestros? ¿Qué herencia espiritual les dejamos? ¿Querrá alguien ser como nosotros fuimos? ¿Habremos vivido o solamente habremos sobrevivido todos éstos años? Meditemos.

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