martes, 31 de mayo de 2011

También hoy pastorea en el desierto a su pueblo.

Tantas veces leemos en el Antiguo Testamento cómo Dios prevaleció sobre su pueblo, cuidándolo en el desierto del calor, del hambre, de los enemigos, de su desconsuelo, de su falta de fe.

Pues hemos de decir que hoy, la situación no es diferente. Dice la Palabra de Dios que: "El no es hombre para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta", y, que: "El no cambia, que es el mismo ayer, hoy, y siempre". Así, hoy, nosotros los que hemos reconocido la sangre preciosa de nuestro Señor Jesucristo como suficiente ofrenda para el perdón de nuestros pecados, también estamos protegidos en éste mundo corrupto (nuestro desierto), del calor (las penas), del hambre (los deseos), los enemigos (la carne pecaminosa), de nuestro desconsuelo (al ver tanta maldad), y de nuestra falta de fe y esperanza de que esto se componga. El está con nosotros en todo momento, El nos envía ángeles a cuidarnos del mal y del maligno.

Pero, nuestro único compromiso es "tratar", "luchar", "intentar" vivir una vida recta, una vida que no dañe a los demás, una vida que se apeque a las normas, a las leyes, a los estatutos que El nos dió. No es fácil, pero vale la pena, pues El sigue prometiendo que nos pastoreará en éste desierto. Meditemos.

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