martes, 24 de mayo de 2011

Todos tenemos en la vida... un Monte Moriah.

Cuando se habla de los montes de Israel poco conocemos de ellos, pero igual muchos de ellos tienen historias preciosas y lecciones abundantes que darnos. Hoy nos referiremos específicamente al Monte Moriah.

Este monte se hizo famoso porque fue allí en donde Dios le pidió a Abraham que "sacrificara" a su hijo Isaac. Las lecciones que ello nos deja son variadas y todas muy profundas. Imagínese usted en los zapatos (o sandalias) de Abraham, 25 años esperando tener un hijo luego de la promesa; casi 40 desde que se casó; él, contando casi con 100 años en sus espaldas el día que Dios le hace la petición; y sobre todo, ¡tener que decírcelo a Sara!. Abraham aprendió primero que nosotros, que por la naturaleza sentimental de la mujer, es mejor pedir "perdón" que pedir "permiso", en otras palabras Abraham hizo SILENCIO. Se levantó muy de mañana, tomó a su hijo y subió al monte sin que Sara supiera a qué iban. Se imagina usted a Sara diciéndole a Abraham, viejo loco, cómo se te ocurre que eso que oíste es de Dios. Dios siempre quiere lo mejor para nosotros, cómo pensas que te va a pedir que asesinés a nuestro hijo, y menos a éstas alturas de nuestras vidas (90 y 100 años); eso no viene de Dios, tenés una indigestión y por eso soñaste tonterías.

Si Abraham le hubiera contado todo a Sara, no lo deja ir; se va con ellos y arruina todo; se revela contra Dios (sólo piense que se rió cuando le dijeron que iba a quedar esperando); hubiera llevado gallinas, chumpes o lo que fuera para el sacrificio, en pocas palabras...¡hubiera cometido cualquier error!, entorpeciendo así, la FE de Abraham. Si Dios nos habla a que hagamos algo, seamos sabios y hagamoslo y en silencio (si es necesario), pero hagámoslo. Meditemos.

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