martes, 3 de mayo de 2011

Todos tenemos un aguijón.

Cuando hablamos de que como somos el pueblo de Dios, entonces somos santos, muchas personas incluyéndonos nosotros mismos, esperamos con mucha espectativa un cambio de vida radical en las personas. De hecho es lo que Dios desea hacer en cada uno de nosotros pero poco a poco.

Si alguien que fuma le pidiera al Señor que le quite el deseo por fumar ¡hoy mismo!, el Señor puede hacerlo pero no quiere hacerlo ¿Por qué? Por la sencilla razón de que siendo tan fácil el cambio, lo más seguro es que dentro de un mes vuelva a fumar "creyendo" que es sólo cuestión de volver a orar y el milagro se volverá a realizar. No es así como le gusta al Señor que funcionen nuestras vidas, el Señor quiere una dependencia personal para con EL, es esa la razón por la cual nos hace luchar. Para que en el "sacrificio" de la lucha, aprendamos esa dependencia. Para que estemos concientes de que si nos separamos de EL, volveremos a ser los mismos hombres corrientes, débiles, y pecadores que éramos.

Todos los hombres de Dios han tenido un aguijón, eso debe darnos una esperanza de que el Señor sí nos puede y nos quiere cambiar. Pedro negó al Señor; Tomás no creyó al Señor, Pablo asesinaba a quienes seguían al Señor; Juan y Jacobo tenían un carácter violento, Felipe dudó a las palabras del Señor, y así, todos tenemos algo que nos atormenta pero que el Señor quiere limpiarnos. Meditemos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario