miércoles, 7 de septiembre de 2011

Tu dinero perezca contigo.

Hoy, cuando el evangelio se expande por todo el mundo con mayor facilidad que en siglos anteriores, es muy común que muchas personas "crean" que tienen un llamamiento para predicarlo. Siempre el Señor ha preparado personas para dicha misión, pero hemos de ser sabios y detectar quiénes son enviados y quienes no.

Cuando recién se iniciaba la iglesia de Jesucristo en el siglo primero, su crecimiento era tan notorio que hubo necesidad de nombrar más personas idóneas para el efecto, vemos a los apóstoles "orando" para que el Espíritu Santo los guíe a elegir a dichas personas (Hechos 6:1-7). Entre ellos estaba Felipe quien en una ocasión fue a Samaria a predicar, el campo era tan fértil que necesitó que Pedro y Juan llegaran para ayudarle, éstos estaban tan llenos del Espíritu Santo que las obras eran muchas y muy notorias, así, un mago engañador de nombre Simón los vió y les dijo: "Les doy dinero, si me dan también a mí, ese poder para que a cualquiera que yo le imponga las manos reciba al Espíritu Santo" (Hechos 8:18-19). Y la respuesta de Pedro y Juan fue rotunda: "TU DINERO PEREZCA CONTIGO".

Es muy común también hoy en día que quienes se "sienten iluminados" para predicar el evangelio, lo sientan cuando sus penas económicas son grandes. En otras palabras la necesidad económica los hace tomar la decisión de vivir "del" evangelio y no "para" el evangelio. Cuidado, es muy peligroso vivir del evangelio sin ser llamado para ello, pues las proporciones se pierden y puede uno perecer junto con ese dinero. Meditemos.

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