viernes, 2 de septiembre de 2011

La importancia de la intimidad.

Entre la familia, entre los amigos, entre las parejas es muy común que nos pongamos sobrenombres, motes, o apodos característicos, nunca falta alguna esposa que llame "gordo" al esposo aunque éste sea más flaco que los propios hijos; no falta una hermana que le diga "negro" a su hermano, aunque el otro sea más blanco que una hoja de papel bond.

Sin embargo muchos acostumbramos a llamarnos simplemente por nuestros nombres Héctor, Juan, Luis, Rosa, Janet, etc. pero, aún y cuando otra tercera persona llame a una de esas dos partes por su nombre o por su sobrenombre, NUNCA es igual. Si un esposa llama por teléfono al esposo y le dice "gordo", el otro inmediatamente responde: "sí mi amor". Pero si una vecina, una prima, cualquier persona ajena a la esposa llama y por más que quiera imitar el famoso "gordo", la otra voz en el teléfono responderá: "¿quién habla?. Por qué, porque la relación íntima hace que el corazón sepa quién es la persona que llama. Algo similar le sucedió hace dos mil años a María Magdalena, Jesús muere y es enterrado de emergencia porque ya venía el "shabat o día sábado de reposo", el domingo a primera hora corre de madrugada para ir a terminar de preparar el cuerpo de su Señor, pero cuando llega, y para su sorpresa el Señor ya no está. Habla con un hombre y le pregunta que dónde han puesto a su Señor, pero resulta que ese señor es su Señor, y ella lo reconoce hasta que el le dice: "María" (Juan 20:16).

Ese "María" a Magdalena le sonó como al esposo el famoso "gordo", ese tono de voz amorosa, ese cariño que lleva el nombre mencionado con intimidad, esa relación diaria que da el matrimonio, es la misma relación íntima que vamos formando día a día con nuestro Señor. De allí que entonces ya lo reconocemos cuando nos llama por nombre, y es así, que le seguiremos al final de los tiempos cuando venga por nosotros como dice Juan 10. Meditemos.

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