La semana que viene, nómadas asentados en territorio de Medio Oriente, irán a la Organización de las Naciones Unidas a solicitar una decisión en torno a que se les otorgue un territorio, dicha tierra sería llamada Palestina.
Un hombre en Ur de los Caldeos, territorio entre el Tigris y el Eufrates, fue llamado por Dios de en medio de pueblos idólatras (Josué 24:1-4), con las siguientes palabras: "Abraham, vete de tu tierra y de parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré; y haré de tí una nación grande... y a quienes te bendigan bendeciré, pero a quienes te maldigan maldeciré" (Génesis 12:1-3). Cuando Abraham llegó a una tierra conocida como Canaán, específicamente a una ciudad llamada Siquém en Samaria, territorio central de lo que hoy conocemos como Israel (Siquem, conocida como Naplus o Naplusa en la actualidad, localizada a 50 kms. de Jerusalén)Dios le dijo: "A tu descendencia daré ESTA tierra" (Génesis 12:7). No puede, desde el punto de vista de Dios, haber un pueblo ajeno a Israel en Medio Oriente. El Salmo 24:1 dice textualmente: "De Jehová es la tierra, y todo lo que en ella habita". Si una decisión humana está en contra de la voluntad de Dios en ese sentido, lejos de haber bendiciones sobre dicha decisión, vendrán maldiciones.
El territorio que ocupa hoy el pueblo de Israel y más territorio aún, es un territorio que Dios le ofreció a la descendencia de Abraham, al hijo de la promesa, que fue Isaac y no Ismael. La descendencia, el hijo de la promesa de Abraham, es el pueblo que desciende de Abraham, Isaac, y Jacob, NO de Ismael, por eso NO puede haber una división de la tierra. Meditemos.
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